Las antiguas civilizaciones conocían los beneficios de la música y el sonido. Pese a ello, algunos se han ocupado de ocultar este poderoso saber, cambiando la frecuencia de la música desde los 432 hz originarios, a los actuales 440 hz.
La música en 432 hz sana el alma, mente y cuerpo. Con ella se beneficia el corazón (ritmo cardíaco), la doble hélice de ADN (frecuencia de replicación), la función cerebral máxima – sincronización bihemisférica (dos hemisferios del cerebro).
Con esta frecuencia, nos alineamos con el pulso cardíaco fundamental del planeta (resonancia fundamental de la cavidad Schumann), la geometría musical de la creación.
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